Los alimentos enlatados son opciones muy convenientes para resolver de forma rápida preparación de muchas comidas, tener un stock de larga duración y en muchos casos de costo relativamente bajo. No obstante, los expertos aseguran que hay que consumirlos con cuidado.
En ningún caso deben ser un sustituto de los alimentos frescos ni ser parte de una dieta regular, porque el proceso que los lleva de la naturaleza a las góndolas provoca la disminución de algunos nutrientes y la pérdida parcial de las características como color, sabor y textura).
Es importante aclarar que los alimentos enlatados están permitidos por las autoridades sanitarias y solo representan un peligro para la salud si su consumo es diario y sustituye a las comidas frescas.
Son un invento que se atribuye al francés Nicolas Appert, de profesión confitero, quien en 1795 empezó a colocar los alimentos en un frasco de vidrio, los cerraba herméticamente y luego los hervía con lo que mataban los microorganismos dañinos y conservaba la comida por largo tiempo.
En la actualidad es un proceso bastante mecanizado. Los alimentos se esterilizan y luego se enlatan, sin necesidad de ningún aditivo químico, lo que garantiza una duración de entre 2 y 5 años, como ocurre con el atún y las sardinas, por ejemplo. Las fábricas suelen agregarles agua o aceite para resaltar el sabor, pero no para conservarlos.
Otros alimentos no pueden pasar por un proceso tan agresivo de calor para envasarse, así que se les agregan sustancias (ácido cítrico, sal y azúcar) para que no proliferen las bacterias, detener el proceso de oxidación y conservar color y textura.
Hay personas que por ciertas condiciones o enfermedades no deben consumir enlatados como los hipertensos, afecciones renales y enfermedades cardiovasculares. Tampoco quienes padecen trastornos gastrointestinales (como la gastritis) ni los diabéticos.
Cuando estemos seleccionando alimentos enlatados para llevar a casa es importante tener en cuenta algunos detalles. Lo principal es chequear en la etiqueta la fecha de vencimiento y que están debidamente autorizados para su consumo. Aquellas latas oxidadas, golpeadas o incluso con pequeñas hendiduras deben desecharse, ya que ello hace que entre el aire y por tanto pierde sus propiedades de conservación.
Otra cosa importante a verificar es que la lata no esté abombada, porque eso significa que el producto está deteriorado. Cuando el contenido de una lata se descompone emite gases y la lata se infla ligeramente.
Finalmente, en tu cocina, debes guardarlos en un lugar donde no reciban la luz del sol ni estén expuestos a la humedad, eso ayuda a mantener la lata en buen estado y con ello la conservación del alimento.