Los códigos de lealtad, de confidencialidad y de complicidad son claves para que está amistad no se rompa.
En muchos países latinos se celebra el Día del amigo y este punto me hizo pensar en lo importante que se vuelve la amistad con el paso de los años. Estos hermanos o hermanas elegidos en la vida al final nos acompañan más que muchos familiares incluso más que nuestras propias parejas e hijos si es que hemos decidido tenerlos.
Me llama mucho la atención como los códigos de amistad cambian con las distintas generaciones. Hoy por ejemplo, mi hijo de 25 años me dice con mucha naturalidad que tiene «amigos» porque juega en red con un canadiense y una norteamericana a los cuales nunca vio. Cuando le pregunté si estos supuestos amigos vendrían a mi funeral si yo me muero para acompañarlo él, me miró y me dijo: “Obvio que no, mamá”. Entonces no son amigos, respondo yo.
Es que parece que se pierde la conciencia de que la amistad es un trabajo y no menor, requiere mucha voluntad, persistencia y a veces esfuerzo para mantenerla por los años. Es necesario compartir situaciones reales, mirarse a los ojos por lo menos de vez en cuando y sobre todo tener y compartir situaciones de vulnerabilidad y no sólo las de éxito.
Con los años he ido descubriendo la belleza de la amistad cuando uno se permite pedir ayuda, compartir llantos y errores y como la complicidad de la amistad se transforma en un tesoro que hay que cuidar día a día.
Se puede tener amigos desde la infancia, de esos que se puede ver una vez al año y a los cinco minutos de sentarse a conversar es como que el tiempo nunca pasó y no hay caretas ni poses porque no son necesarios. La historia compartida genera una naturalidad maravillosa que se siente tan natural como la vida misma.
Pero también se pueden encontrar amigos y amigas en el camino de la vida en cualquier situación. Por ejemplo, cuando conocemos a alguien y al segundo sentimos que lo conocemos de antes porque la naturalidad y la alegría surgen en forma espontánea. Esos códigos pueden dar el inicio de algo que puede durar la vida entera.
En ambas situaciones hay que tener claro que, como cualquier afecto, hay que cuidarlo y trabajarlo diariamente para que sea continuo. Los códigos de lealtad, de confidencialidad y de complicidad son claves para que está amistad no se rompa. Sin embargo muchas veces las amistades cumplen un ciclo y se desvanecen.
Quiero en estas líneas agradecer a todas mis amigas, quienes seguramente me acompañarán en el proceso de envejecer con mayor alegría y complicidad que otros afectos. A las que se han ido, gracias por lo aprendido y a las que he podido hacer daño, perdón porque no ha sido con intención. Aquí también es importante entender que hay muchas amistades que no son totalmente recíprocas, a veces uno quiere más de lo que la quieren a una y eso también es lindo asumirlo y entregarlo sin pedir la total equidad.
Los y las invito a decirles a sus amigos que los quieren mucho y que son conscientes de la belleza que implica caminar en la vida con manos que están ahí en las buenas y en las malas..
Autor: Pilar Sordo
Fuente: Revista Susana