La sal es uno de los ingredientes más antiguos en la alimentación humana. En cantidades adecuadas es un mineral clave para el funcionamiento del sistema inmune, para mantener el equilibrio de líquidos en el organismo e incluso regular el ritmo cardíaco.
Además de darle sabor a las comidas, la sal beneficia al sistema nervioso y su contenido de sodio y yodo, son de gran importancia en el desarrollo infantil. Por otro lado, ayuda a un tránsito digestivo más fluido y regula los niveles ácidos y la hidratación del cuerpo.
Todos estos puntos a favor deben ser equilibrados con los peligros de un consumo excesivo, un riesgo que en muchas ocasiones no es muy fácil distinguir. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, los argentinos consumen un promedio de 12 gramos diarios de sal, casi el triple de los recomendado por la OMS que es 5 gramos diarios.
Y sí, es posible que a veces se nos vaya la mano con la sal de mesa o que nos guste agregarle un poco más a la ensalada, pero los estudios muestran que entre 65% y 70% del exceso de sal proviene de los alimentos procesados o industrializados.
Esto no solo por un tema del sabor de esos productos sino porque la sal es también un elemento clave para su conservación, así que agregarla extiende la vida útil de esas comidas que pueden ser desde panes hasta la leche.
Disminuir o eliminar por completo el consumo de sal es una recomendación que hacen los especialistas para personas que padecen hipertensión arterial u otras dolencias asociadas al sistema cardiovascular. No obstante, es también una sugerencia válida para prevenir el riesgo de sufrir estas enfermedades.
Uno de los hábitos en el que los especialistas ponen énfasis es preparar la comida con legumbres, huevos, carnes, verduras y frutas de estación, evitando los productos envasados, es decir, procurar siempre lo más fresco.
Es común escuchar que con poca o ninguna sal los alimentos pierden el gusto, pero incluso en ese sentido hay sustitutos más sanos. Por ejemplo, los condimentos aromáticos como el orégano, la albahaca, perejil, tomillo, romero o el laurel. Esto no implica un gasto extra ya que suelen ser muy asequibles e incluso se pueden cultivar en pequeñas macetas en casa.
Por otro lado, están los condimentos ácidos, entre los que se encuentran los distintos vinagres y el jugo de limón. También los picantes, con una variedad que va desde los tipos de pimienta hasta el morrón. La lista de opciones se extiende hasta la cebolla blanca y la de verdeo, el puerro y el ajo.
Sustituir o disminuir el consumo de sal es en definitiva una decisión de salud personal con muchos beneficios para prevenir dolencias o para atenuarlas, en todo caso es una decisión para la que hay una interesante cantidad de sustitutos sin que el momento de comer sea placentero.